BICICLETAS Y SOFTWARE LIBRE

He encontrado este magnífico artículo en el interesante Diagonal Web (periódico quincenal de actualidad crítica).

Una explicación amena y clara de la diferencia entre software libre y software privativo.

Merece la pena reflejarla aquí:

Ayer me compré una bicicleta. ¡Y es algo fantástico! Puedo utilizarla tanto en la ciudad como en el campo. ¡Y en cualquier mes del año! Puedo darme paseos y, si algún día me hace falta, puedo repartir periódicos y sacarme unos durillos. Mi bici no traía luces, pero no es problema: le he puesto una dinamo y una buena luz, incluso lo he hecho yo mismo: ¡ahorras y aprendes al mismo tiempo! Además la hemos pagado a medias entre mi compañera y yo. No es ningún problema compartirla. Pero quizá algún día nos cansemos y queramos librarnos de ella. Podremos venderla de segunda mano. O se la regalaremos a alguien que la vaya a usar.

Hoy me he comprado un programa de ordenador. No es nada muy sofisticado (un cliente para leer el correo), pero tiene buena pinta y hace mogollón de cosas. Me ha salido bastante caro porque no he podido comprarlo a medias. Me dicen que ella no puede utilizarlo, aunque lo necesita. Además sólo podré utilizarlo durante un año. Me han dicho que pasado ese tiempo debo pagarlo otra vez y usarlo durante un año más y no puedo engañarles: el programa se rompe y ya no funciona más. Curiosamente he leído que si utilizo este programa en Corea del Norte será ilegal. ¡Menos mal que no planeo viajar por allí! Esta compra no me va a salir nada rentable porque tampoco debo utilizarlo para ganar dinero. “Uso no comercial”, dicen.

Luego en casa me he dado cuenta de que el programa usa una letra muy pequeña y no veo bien las cosas. Se lo he llevado a un primo mío informático a ver si me lo podía arreglar, pero me ha dicho que no puede, que es ilegal. Ya no quiero el programa (estoy muy enfadado) pero no puedo venderlo ni regalárselo a nadie: también está prohibido.

Me dice mi primo que esto se llama “modelo de mercado del software privativo” y que llegó a principios de los ‘80. Pero dice que existe una alternativa llamada software libre. “¿Y cómo es eso?”, le pregunté. “Fácil”, contestó, “es como comprarte una bicicleta”.


Escrito por José E. Marchesi, miembro del Proyecto GNU

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